San Ignacio Patrimonio, Cultura y Educación: viaje a un proyecto clave para la historia y el futuro de Medellín

30 septiembre 2021

Es un caluroso jueves en el centro de Medellín. El sol no da tregua. En el café El Claustro del Bohemio, en plena Plazuela de San Ignacio, entre las calles Ayacucho y Pichincha, a nadie parece importarle el calor que hace en la ciudad. La Plazuela lleva originalmente el nombre de San Francisco, aunque pocos lo saben. Algunos se sientan en el café a esperar el ocaso y a conversar de los aconteceres del día antes de irse a casa. Otros juegan Ping Pong en las mesas que ofrece el Claustro desde hace muchos años, mientras algunos más juegan complejas partidas de ajedrez sin distraerse por un segundo en las mesas que están apostadas en el espacio. Es una tarde sin aspavientos en esta pequeña plaza del centro de Medellín, hay espacio para sentarse y respirar ese aire de cultura e historia que inspira este lugar, fundamental para la historia del Valle de Aburrá y los habitantes de Antioquia.

A los avezados jugadores que adornan los alrededores del lugar nunca se les exige devolver ni los tableros, ni las raquetas, ni los alfiles, ni los reyes o las reinas de cada partida cuando el Claustro cierra y todos deben irse a casa. Para Sergio Restrepo, Gerente del Claustro Comfama, interrumpir el juego no es una opción para estos visitantes, y por eso, desde hace años, hay un acuerdo tácito entre todos que ha dado excelentes resultados: ahora hay implementos de sobra para jugar, pues si algunos osan quedarse hasta la medianoche enfrascados en un juego en donde el jaque mate no parece llegar, al otro día, sin falta, todo está en su lugar.

Este ejemplo de confianza entre los ciudadanos y la manera de apropiarse del territorio es un componente clave del proyecto San Ignacio, Patrimonio, Cultura y Educación que desde el 2017 se viene adelantando gracias a la alianza entre Proantioquia, Grupo Argos, Comfama y la Universidad de Antioquia, y al que recientemente se sumó el gobierno local. Con este proyecto se busca darle una nueva vida a la dinámica y los espacios que comprenden este importante lugar para la ciudad, que es la cuna de múltiples proyectos artísticos, educativos y culturales del departamento.

La Plazuela San Ignacio es el corazón de un proyecto que busca que los ciudadanos se apropien de un territorio prolífero para la cultura y la educación. Además, a través de estos esfuerzos comunes, se pretende fortalecer al sector cultural incluso en momentos críticos como el que ha generado la pandemia por COVID-19 y que ha puesto contra las cuerdas a cientos de personas y colectivos dedicados al arte en la ciudad.

El Distrito San Ignacio es una zona del Centro de Medellín que comprende 61 manzanas alrededor del conjunto arquitectónico San Ignacio que abarca la Plazuela San Ignacio, la Iglesia, el Claustro Comfama y el Paraninfo de la Universidad de Antioquia, y comienza en el occidente con la Carrera 46 (Avenida Oriental), hasta la Carrera 36 en su límite oriental y desde la Calle 46 en el sur hasta la Calle 52 (Avenida La Playa) en su costado norte. La delimitación de esta zona responde a la identificación de espacios, prácticas, sujetos y memorias que tienen características comunes como vocación cultural y artística, valor patrimonial y apuestas educativas, y por tanto, es un territorio poroso, que no se agota en esta delimitación geográfica y permite la inclusión de otros espacios con estas características.

Un poco de historia

La Plazuela San Ignacio es el corazón de un proyecto de ciudad fundamental para todos los antioqueños, pues es allí, en un área de 62 hectáreas y 1.226 predios, donde conviven a diario entre 100.000 y 120.000 personas entre visitantes y residentes, que se apropian de este territorio en donde se respira el arte y la cultura de la ciudad como en ningún otro rincón de Medellín. También, se conserva parte del patrimonio histórico de la ciudad, con construcciones levantadas en los siglos XIX y XX y que reviven la arquitectura antioqueña de antaño, inspirada en las construcciones andaluzas con grandes patios, fuentes y amplios espacios.

En esta área de la ciudad, se conservan ocho claustros fundamentales para la historia de los antioqueños: (i) el Claustro San Antonio, el último de arquitectura colonia; (II) el Claustro de la Presentación, que hoy ocupa la Policía Nacional; (III) el Claustro de las Hermanas de los Pobres, uno de los más hermosos del país y que está ubicado en la Avenida San Juan; (iv) el Claustro de Comfama, que ya empezó un proceso de restauración y adecuación de cara al público y será entregado a la ciudad en el año 2023; (V) el Claustro del Paraninfo de la Universidad de Antioquia, cuna de la educación superior en el departamento; (VI) el Claustro de la escuela de Derecho; (VII) el Claustro de los Salesianos en el parque de Boston; (VIII) y el claustro de la Normal de Antioquia, donde se unen los más importantes teatros de la ciudad, como el Pablo Tobón Uribe, el Matacandelas, el Porfirio Barba Jacob, la Oficina Central de los Sueños, el Pequeño Teatro, Casa Clown, el Teatro Popular de Medellín, Teatro Elemental, Agite Teatro y el Teatro Comfama. Además, está el archivo histórico de la ciudad y un sinnúmero de lugares inundados de historia y de relatos para contar.

Y como plato fuerte, el Distrito también cuenta con infinidad de espacios y servicios públicos como teatros, restaurantes, hoteles, bares, cafés y un largo etcétera que invita a los propios y visitantes a pasar los días, las tardes y las noches respirando un aire distinto: el de aprender, el de divertirse y adueñarse de la ciudad.

Y si en la historia de Medellín está el sector de Guayaquil como el origen fundamental en el intercambio comercial de la ciudad, el sector de San Ignacio y sus alrededores se identifica como el lugar donde se dio impulso a la educación y la cultura. Y es que, en esas mismas calles por donde hoy pasa el tranvía y miles de personas pasan y permanecen, se inauguró la primera universidad de la región y se presentó la primera obra de teatro de la historia de Medellín: allí nació la Universidad de Antioquia como primera alternativa de estudios superiores en la región y se presentó la obra La edad de la Inocencia como una primera muestra cultural de lo que sería una trayectoria relevante de las artes escénicas. En esas calles, muchos aprendieron, se conocieron y adoptaron este como un lugar fundamental para su crecimiento personal y social, de ahí la relevancia del Distrito San Ignacio como el proyecto de darle una nueva vida y dinámica a este sector y encontrar una nueva esencia de educación y cultura que transforme el centro de Medellín.

Pero, en los tiempos aciagos de la violencia y la inseguridad en Medellín, muchas personas y empresas abandonaron el centro para instalarse en otras zonas de la ciudad, y por años evitaron transitar, visitar e invertir allí. El centro de Medellín pasó por una etapa de descuido que hoy se revierte gracias a los esfuerzos de la empresa privada y el trabajo colectivo en favor de la conservación de un territorio fundamental para la vida, la economía y el disfrute de millones de personas en el Valle de Aburrá.

Desde 1803 hasta el siglo XXI, esta zona de la ciudad ha sido un relevante para la cultura. Hoy las cifras hablan de un crecimiento y un respaldo que hace que la ciudadanía pueda estar tranquila de cara al futuro. En el 2021 el proyecto Distrito San Ignacio, Patrimonio, Cultura y Educación cuenta con 40 espacios culturales, entre los que están ocho grupos de teatro, 10 bibliotecas en espacios culturales, ocho galerías y un museo, 13 bares, cafés y restaurantes con enfoque cultural. Además, cuenta con 28 espacios históricos, 21 de ellos espacios declarados Bienes de Interés Patrimonial, incluidos seis claustros. Cuenta con un aforo total de 5.700 sillas en espacios de exhibición, 360 eventos culturales al mes, 82 espacios para la educación, 11 espacios públicos, 11 espacios para las artes escénicas, 180 servicios conexos (hotelería, cafés y restaurantes), 64 instituciones educativas y más de 50 lugares de inspiración arquitectónica.

Entre Grupo Argos, Proantioquia, Comfama y la Universidad de Antioquia se han establecido mesas de trabajo colectivo para los frentes de cultura, patrimonio, hábitat y educación, en donde se alinean esfuerzos en los temas fundamentales para el crecimiento y desarrollo del Distrito. “Este lugar se convierte en una especie de campus de la ciudad. Aquí está la primera institución de arte, aquí estuvo el primer jardín infantil de la ciudad. Por eso la inversión público – privada es un proceso sin descanso del trabajo con la gente”, comenta Sergio Restrepo. De esta manera, el Distrito San Ignacio recibirá grandes incentivos para su desarrollo y expansión, convirtiéndola, en primera instancia, en zona de desarrollo naranja, figura que entrega estímulos para el desarrollo de los actores que conviven y trabajan en el sector. También, para el año 2025 será un sector especial al convertirse en una ZUAP o Zona Urbana de Aire Protegido, proyecto que busca describir aquellas zonas en que se requieren realizar acciones más específicas para proteger la cuenca atmosférica, los ecosistemas y la salud de la población de la zona, y del Valle de Aburrá.

Alianzas que perduran

“Los centros de las ciudades han representado no sólo tradición y patrimonio, sino también un motor para el desarrollo; hoy no es distinto. La resignificación del centro, especialmente del Distrito San Ignacio, permite sentir y compartir en un lugar donde convergen la vivienda, el trabajo, la cultura y la educación, en donde encontramos optimismo y potencia, en donde más que vivir estamos habitando nuestro territorio, y cuando un ciudadano comienza a habitar transforma. En Grupo Argos valoramos y celebramos estas transformaciones, es lo que nos mueve. Estamos comprometidos con la solución de diferentes asuntos que compartimos como sociedad, y consideramos que para lograrlo es fundamental seguir fortaleciendo la confianza en las instituciones y en el sector productivo como actores determinantes de la transformación positiva. Distrito San Ignacio es esa oportunidad de sumar y poner nuestros conocimientos, en alianza con grandes instituciones de la ciudad, por un territorio renovado que le permita a la ciudadanía reconocer, destacar y potenciar la riqueza arquitectónica, patrimonial, cultural y educativa del centro de Medellín”, comentó Jorge Mario Velásquez, presidente de Grupo Argos, en el evento de presentación pública del proyecto.

Uno de los grandes frutos de este ambicioso proyecto son las mentorías culturales que, en conjunto con Grupo Argos, la Fundación Sura, Comfama y Proantioquia, se están ejecutando con diversos actores del territorio, y consiste en un intercambio de saberes entre los líderes de los teatros, museos, compañías musicales y colectivos de artistas del Distrito y los voluntarios de las empresas que quieren trabajar por el proyecto de resignificación y futuro del este importante núcleo cultural de la ciudad.

“Con estas mentorías culturales acompañamos por medio de Creamos Valor Social y el proyecto Distrito San Ignacio a los centros culturales de la ciudad, y los apoyamos en medio de esta pandemia donde han tenido tantas dificultades por los cierres. Los apoyamos en la creación de proyectos y en la estructuración de entidades culturales que permanezcan en el tiempo”, comenta María Adelaida Velásquez, directora de Fusiones y Adquisiciones de Grupo Argos y una de las voluntarias de las mentorías. “En este momento estamos trabajando en qué es lo que quieren los colectivos culturales en el futuro y cómo podemos lograr que impacte en el fomento de la cultura en la ciudad. Queremos que estos grupos se formalicen y puedan realizar el propósito para el cual fueron creados”.

Con una metodología que contempla mentorías de voluntarios y talleres grupales con expertos, las entidades culturales comenzaron a recibir acompañamiento personalizado. Para este fin, se conformaron ocho grupos de trabajo integrados por voluntarios de las diferentes empresas y organizaciones que hacen parte del proyecto, quienes están sosteniendo reuniones mensuales con las entidades para trabajar temas como la toma de decisiones, sostenibilidad, planeación financiera, gestión e incidencia y otros importantes rubros fundamentales para el crecimiento y sostenimiento de sus proyectos.

“Estamos comprometidos con el desarrollo territorial y con la protección del tejido cultural de la ciudad mediante nuestro programa Creamos Valor Social, por eso nos llena de orgullo ser parte de un proyecto que pone en el centro las necesidades de las entidades culturales y moviliza colaboradores de nuestro Grupo Empresarial para poner su talento al servicio de otros”, comenta Jaime Palacio, Líder del proyecto Creamos Valor Social de Grupo Argos.

Anochece en la Plazuela San Ignacio y el ritmo de las calles no para. Un partido de la Selección Colombia exacerba los ánimos de los visitantes del lugar, que ahogan los gritos acompañados de goles y amigos. Un pastor intenta dar su prédica en el centro de la plaza, llamando la atención de algunos transeúntes. Los estudiantes empiezan a caminar apurados hacia la Oriental, mientras otros caminan despacio tomados de la mano en esa plaza que invita a sentarse, tomar un café y simplemente dejarse llevar por una atmósfera de otros tiempos. El partido de Ping Pong continúa con nuevos jugadores que se enfrascan en una partida sin fin. El Padre de la Iglesia San Ignacio eleva sus brazos en señal de oración. En el Pequeño Teatro la obra comienza a las 7:30, y en las Torres de Bomboná ya algunos se reúnen a cantar una canción de Nino Bravo con una cerveza en la mano. El Tranvía sigue su camino, como hace 100 años, mientras otros se detienen en la Pascasia a comer algo y conversar asuntos urgentes.

Esa es la vida en el corazón de una ciudad que nunca para, que quiere y necesita conversar con los otros, caminar sus calles, disfrutarlas, perseguirlas. Como lo resume el periodista, filósofo y escritor colombiano Santiago Gamboa: “¿Cuál es el lenguaje que impregna este lugar? Los muros del Distrito San Ignacio, en el corazón de Medellín, están repletos de palabras al azar, como si fueran viejas páginas en blanco en las que la ciudad reflexiona, aúlla y se interroga, verbaliza, propone, insulta. Algunas provienen de remotas publicidades que fueron quedando en los muros, lavadas por la lluvia u oscurecidas por el esmog; o de propagandas electorales de años anteriores ya cubiertas por las nuevas, especie de collage que hace ver las arcaicas y probablemente vanas aspiraciones de otros años. Belisario es necesario, dice una, desde muy atrás en el tiempo. También hay ofertas, anuncios, sencillas palabras escritas con aerosol, insultos o llantos desesperados, o declaraciones de amor: Freddy, te amaré por siempre, y una extraña firma que parece acabar en una lágrima negra, porque escribir en un muro es también gritarle a la noche, decir una plegaria en un mundo abandonado y ya sin dioses.”